Estrategia
Existe en política una vieja y conocida estrategia que, pese a ser antigua y conocida, todavía funciona en España. Ante las culpas propias no hay nada mejor que lanzar sombras de duda a diestro y siniestro, insinuar que el responsable de las propias fechorías es otro, presentarse como víctima de una persecución y explicar que esta obedece a inconfesables propósitos ajenos.
En el caso de los escándalos de corrupción, en lugar de tomar medidas drásticas y efectivas y exigir las dimisiones inmediatas de los implicados, lo habitual es convocar sucesivas e inacabables reuniones donde se habla mucho y, finalmente, no se hace absolutamente nada.
Sobra hipocresía y nos faltan unas buenas dosis de detergente para hacer limpieza.
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