Septiembre

Si hay algo que nos recuerda la cercanía del fin del verano son los anuncios de fascículos para coleccionar, aprender o iniciarse en todas las disciplinas posibles. Los anuncios de fascículos son como el capitulo final de la serie “Verano azul”, porque nos recuerdan la inminencia de la vuelta a la rutina de siempre.

Cada septiembre, como un ritual, la publicidad vuelve a informarnos de lo afortunados que somos por tener a nuestro alcance una pléyade de cursos. Los hay de cocina, de fotografía, de maquetas, de ganchillo, de filatelia, de magdalenas de siempre reconvertidas ahora en “cupcakes”, de escritura, de soldaditos de plomo, de pintura... y también están los cursos estrellas de siempre, los de idiomas, como vergonzoso recordatorio de que los españoles no estamos dotados con el don de lenguas.

Los anuncios de fascículos, como el de la lotería de Navidad, nos recuerdan que el tiempo pasa inexorablemente. Por eso cada septiembre, como cada día de Año Nuevo, volvemos a hacer una lista de buenos propósitos y tratamos de convencernos de que este año será el definitivo, porque estamos firmemente decididos a cumplir nuestros compromisos.

Luego, como cada septiembre, pasa lo que pasa…