Los brutales recortes han puesto a la sanidad pública en la picota

Una de las peores lacras que nos dejará como herencia esta larga crisis son los tremendos recortes que está sufriendo la sanidad pública. Basta hacer una visita a un hospital o a cualquier centro sanitario para captar el malestar de muchos médicos, trabajadores y usuarios; una desazón que se percibe en los ánimos de los profesionales, en las largas colas y en la calidad del servicio.

Los recortes en sanidad se pueden equiparar a la situación que padece una persona que, de repente y por una circunstancia imprevista, se queda parapléjica. Ante esa mala jugada de la vida caben dos soluciones posibles: resignarse en la desgracia propia o, por el contrario, intentar encontrar actitudes y herramientas que la ayuden a llevar la nueva situación lo más dignamente posible.

Si, a pesar de los tremendos recortes sufridos, seguimos teniendo una sanidad pública ejemplar y un referente de excelencia profesional, no es tanto gracias a la gestión de nuestros políticos como, sobre todo, a la ejemplar actitud de los profesionales de los centros y a la encomiable disposición mostrada ante la nueva situación por los pacientes, sus familiares y los usuarios en general.

En estos últimos años hemos contemplado lo mejor y lo peor de nuestra sociedad pero, por encima de todo, también hemos visto ejemplos de lucha y lecciones de actitud.

Algún día, cuando esta tormenta haya pasado, nos podremos felicitar por la capacidad de resistencia, de adaptación y de superación que habremos demostrado. Crecerse ante las dificultades es un síntoma de pueblo grande, no sólo en términos de esfuerzo sino, sobre todo, en términos de calidad humana.